la batalla final


las enseñanzas de libros y de sangre ahogan
su último grito en lo más recóndito del templo
decide abrir los brazos en arco con un gesto firme
y amedrenta a la oscuridad no porque esta le tema
–sino porque ahora es él quien no tiene miedo–

recuerda el desierto y la música de einaudi
en un holograma proyectado sobre el cristal
invoca a los eones más majestuosos mientras
los lucilos danzan en elipses superpuestas
–va aumentando la energía y hay que beber de ella–

comienza el cántico y se rompen las auroras
así que hace del crepúsculo un punto de inflexión
entre lo que es y lo que debe ser
él es la esperanza el héroe la única salvación
–pero aún desconoce la profecía que se cierne–

si esto no es el éxtasis él no sabe qué será
porque ya siente el dolor y la grandeza propia
de los dioses a los que suplicará un aliento más
pobres los ojos del invocador y pobre su sino
–creer eterno un poder es blandir un arma de doble filo–

2 comentarios:

cara_cola dijo...

sublime, mágico, un susurro para los sentidos

Luna Miguel dijo...

muy bueno ludovico